jueves, 21 de enero de 2010

¿Cómo podría caber el mundo entero con su mar en un rincón? Busquemos el frescor y el eco típicos de estos lugares y dejemos que la poesía con su magia abra las puertas a un mundo más amplio que el de lo posible. Acompañados de los guías-poetas iremos explorando el mundo al mismo tiempo que a nosostros mismos.


Primera parada poética.

Nuestra primera ruta nos lleva hasta México para encontrarnos con el poeta sevillano doblemente exiliado Luis Cernuda. En su primer “exilio” el poeta Cernuda sale al encuentro del hombre esencial que habita en él y se materializa en el poema en el diálogo con el tú. Ese “exilio” le ocupará casi toda su producción poética y durante el mismo Cernuda recorrerá el trayecto que va desde la realidad al deseo. El segundo exilio, involuntario, es el resultado injusto de su fidelidad a la República.
El poema se titula “1936” pero está escrito en 1961. Se ubica en su último libro Desolación de la Quimera y surgió de una “trivial circunstancia”, cuando en una lectura poética Cernuda conoció a un brigadista, es decir, a un hombre que creyó en el “hombre” y apostó su vida por él. Cernuda lo convierte en el protagonista solo del poema, otorgándole fama a su anónima heroicidad.
La soledad del exilio y la conciencia del tiempo ido no impidieron a Cernuda tratar con hermosa lucidez la dignidad humana. Hubo otros hombres y mujeres como él; nuestro compromiso ético nos obliga, como se dice Cernuda a sí mismo y de paso a todos los lectores, a recordarlos, a rescatarlos del olvido y a devolverlos, en palabras del propio Cernuda, “al tiempo del amor”


1936

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.

En 1961 y en ciudad extraña,
más de un cuarto de siglo
después. Trivial la circunstancia,
forzado tú a pública lectura,
por ella con aquel hombre conversaste:
Un antiguo soldado
en la Brigada Lincoln.

Veinticinco años hace, este hombre,
sin conocer tu tierra, para él lejana
y extraña toda, escogió ir a ella
y en ella, si la ocasión llegaba, decidió apostar su vida,
juzgando que la causa allá puesta al tablero
entonces, digna era
de luchar por la fe que su vida llenaba.

Que aquella causa aparezca perdida,
nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.

Por eso otra vez hoy la causa te aparece
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias porque me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.

LUIS CERNUDA

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